¿Qué quiero transmitirles a mis 75 años? Que soy muy feliz. Que he sido muy feliz toda mi vida. Quiero que estas frases sean el hilo conductor de mi mensaje esta tarde.
Cuando nos reunimos después del fraude electoral del 9 de noviembre frente al Hotel Princess para intentar iniciar un manifestación de protesta, antes de que nos disolvieran las turbas con sus palos, piedras, machetes y morteros, le comentó Vítor Hugo Tinoco a Silvio Gutiérrez (me lo comentó él después) que estaba emocionado por mí presencia, después de haber estado tantos años atrás en tantas manifestaciones y hora allí a mi edad a pesar del peligro que todos conocíamos.
Desperté y vi que la vida era el servicio.
Serví, y vi que el servicio era la alegría
La experiencia de Tagore en
Esa es mi experiencia. Esta es mi herencia. Esto es lo que me han dejado mis 75 años de vida. Esto es lo que les trasmito hoy a ustedes.
En la misma dirección nos dice Jesús: “Es más sabroso dar que recibir”.
El no dice que no sea sabroso recibir. Claro está. Cómo no va a ser sabroso recibir este desborde de amor, aprecio, simpatía, cariño y estima que ustedes están derramando en cascadas sobre mi corazón esta tarde. Es sabroso que nos regalen los amigos el día del cumpleaños y los familiares en las Navidades. Claro que Jesús piensa que todo eso es bueno. Lo que afirma es que es MEJOR dar, que es más sabroso dar que recibir. Jesús tiene razón. Soy testigo. Lo he probado.
Esa es la fuerza que movía a las Brigadistas de
¡Qué lindo poder dar nuestros hijos y nietos una mejor Nicaragua! No se trata de ir a trabajar a un lugar lejano, menos aún a otro planeta, es en nuestra pequeña y querida Nicaragua. El país en que vivimos nosotros. El país en que vivirán nuestros hijos y nuestros nietos.
Sin olvidar nunca que es el país donde viven los pobres. Yo sigo en contacto personal casi diario con ellos. Es una vida insoportable, todos los días sufrimiento, sufrimiento y más sufrimiento. Sobre todos los desempleados pasan verdadera hambre, y grandes problemas para curar sus enfermedades y las de sus hijos. Están como sumergidos en un mar de sufrimiento. Siempre viviendo en completa inseguridad, no saben si podrán comer mañana, si se podrán curar mañana, la único seguro en sus vidas es que seguirán hundidos en la miseria, nada cambia, no ven nada en el país que les haga pensar que su miseria va a terminar. Esto es insoportable. Y todos los días así. Esto es injusto. Esto debemos cambiarlo. Como seres humanos, como cristianos, tenemos que cambiar esta situación. A los que son cristianos les digo, no nos engañemos, no podemos ir a Dios dándole la espalda a este problema de los pobres.
Estas ideas las están necesitando no tanto ustedes, por algo está aquí en este homenaje, pero sí sus hijos y sus nietos. Tienen que interesarse mucho por captar cómo están viviendo de cara a un compromiso con el país y con los pobres. A propósito de esto, me contaba un compañero de estudios en México que él tenía un amigo que estaba en el hospital con una enfermedad terminal. Él lo sabía. Se veía y se frotaba las palmas de las manos. Y la mamá le dijo: no te preocupés, no tenés nada, te las acabamos de lavar. Y él y le dijo: eso es lo que me preocupa, mamá, que muero con las manos vacías, con nada en las manos. A mis 75 años me están diciendo ustedes aquí presentes en este homenaje que mis manos no están tan vacías. Les digo sinceramente que si mañana me dicen que tengo cáncer terminal en el cerebro, quedo tranquilo, me voy tranquilo. Estoy listo. Ustedes me están diciendo en este homenaje que no estoy como el joven mexicano del hospital. Y ¿los hijos y nietos de ustedes? ¿Cómo tienen sus manos? Hay que interesarse por esto y con el ejemplo y testimonio de ustedes mucho podrán hacer.
Estas ideas están interesando mucho a los jóvenes universitarios norteamericanos de hoy. Hace 8 días regresé de dar charlas en dos universidades del Estado de Texas. Una de ellas, la de Austin, tiene 50 mil alumnos, es estatal. Las ideas que les transmito se que les llegan a lo profundo por sus comentarios después de las charlas y porque siempre hay lágrimas, en una universidades más y en otras menos, pero siempre en todas he visto lágrimas. En
Les digo a los universitarios norteamericanos que dentro de unos 15 años, más o menos, podría tal vez darse esta escena o parecida en su hogar. Se te acerca tu hijo o tu hija y te pregunta, ¿ dónde estabas papá, mamá, en agosto del año 2010, dónde estabas en octubre del año 2011?. ¿No participastes en las actividades populares de esos días? ¿No hiciste nada? Qué pena papá, qué pena mamá. No te diste cuenta de nada. Pero papá, mamá, si todo lo mejor de la juventud se organizó. Todo lo mejor de la juventud estuvo en las calles haciendo historia, papá, mamá, y tú nada, qué pena. Escuchar estas frases de un hijo o de una hija será muy duro, cuánta frustración sentirás entonces, cuánto arrepentimiento sentirás entonces dándote cuenta de que defraudaste a tus propios hijos. Por lo contrario, si en esa escena que acabo de describir, le puedes decir a tus hijos dentro de 15 años más o menos: hijo, hija, yo estuve presente en esas fechas, yo estuve en la calle haciendo historia. Y que delicioso será entonces poder escuchar de tu hijo o de tu hija: me siento orgullosa de ti papá, mamá, gracias por ser como eres, quiero ser como tú. Hay que prepararse desde ahora para esa famosa conversación que es posible que suceda dentro de 15 años más o menos.
He dado charlas a los universitarios en Estados Unidos y sobre todo aquí en Nicaragua, cuando vienen a tener experiencias en un país del Tercer Mundo organizadas por el Centro de Educación Mundial de Managua. Ellos siempre me invitan a hablarles, me invitan desde hace 18 años. En el pasado había ocasiones que tenían hasta 36 delegaciones en el año, actualmente están recibiendo entre 15 y 17 delegaciones anualmente. Vienen de universidades católicas y protestantes. El grupo de Iglesias Protestantes de Nicaragua organizadas en el CEPAD, traen también estudiantes de sus universidades en Estados Unidos y me invitan a hablar a sus estudiantes en su Centro Nehemías. Vienen en mucho menor número. Quiero enfatizar que yo veo que les impacta el mensaje sobre el compromiso con los pobres. SIEMPRE he visto lágrimas ha través de 18 años. Entendámonos. No me interesan las lágrimas en sí. Son para mí UN SIGNO DE QUE EL MENSAJE PENETRÓ. Y una reflexión bien importante que me hago yo es que todos los jóvenes, se trate de universitarios norteamericanos o de tus hijos o tus nietos, son seres humanos que son muy capaces de emocionarse y comprometerse con la causa de Nicaragua, con la causa de los pobres. Este es el mensaje que yo quiero trasmitirte hoy. Ellos también desean ser felices. La felicidad en tu propio compromiso los contagiará, tu testimonio los “encantará” como decimos en Nicaragua. Tengamos confianza en ellos. Son capaces de hacer maravillas. Pero hay que atenderlos, y entenderlos.
Necesitamos mantener una postura ética intachable por nosotros, por exigencia de nuestras conciencias, por coherencia entre lo que decimos y lo que vivimos, pero también por ellos, por los hijos, por los nietos.
Fernando Cardenal, S.J.
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